Tenía intención de escribir esta entrada añadiendo ejemplos de obras o autores de cada caso, pero creo al final he decidido dejar esa idea de lado y lanzarme directo al turrón.
Hacía tiempo que no escribía una entrada de opinión, de esas tan personales, así que espero estar a la altura.
Todo esto surgió porque hace unos días me hice el carnet de la biblioteca de la ciudad en la que acabo de aterrizar. Como suele ser tradición, una vez tengo el carnet en mis manos y estoy en la sala de préstamo, tengo que vagar entre estanterías hasta darle uso. Tengo poco tiempo para leer y varios libros en mi mesilla de noche empezados, pero bueno, es inevitable...
Uno de los libros con los que me hice fue un recopilatorio de terror (que luego me di cuenta de que ya había cogido en la biblioteca de mi ciudad natal, mira tú).
Este es el nene en cuestión: Antología de cuentos de terror. 3. De Arthur Machen a H. P. Lovecraft (Alianza, 1982)
En la presentación de Arthur Machen, el seleccionador, Rafael Llopis, dice de él que «prefería evocar el terror a pleno sol, en medio de la naturaleza exuberante».
Recordé entonces una conversación que tuve con un escritor hace varios años, en la que me decía que escribir terror ambientado en verano, a pleno sol, es imposible. Nótese que me dijo imposible, no difícil, haciendo todo el hincapié posible en su negación.
Releer esta descripción me hizo recordar esta y otras barreras autoimpuestas por algunos escritores...
...y lo que es peor, impuestas a los demás.
Empezamos, pues, por la joya de la corona. Es imposible. Es decir, ni yo puedo, ni tú puedes, ni nadie puede. Creo que aquel mismo escritor fue el mismo que me dijo que el Steampunk no podría tener vertiente oscura, que no sería posible idear una distopía Steampunk.
Bien, pues tal y como Machen no estaría de acuerdo con eso de que el terror y la luz no pintan bien; creo que Verne y Wells tendrían mucho que decir (sobre todo Verne en sus últimos trabajos), con este punto... Esto es, si pudiésemos traerlos al siglo XXI y explicarles, sin que les estallase el tarro, qué es el Steampunk y qué tiene que ver con ellos. (Y espero que no se enfaden...).
Y me da una rabia impresionante esa actitud tan a lo Luke Skywalker con diecisiete, porque nos convierte en borregos caminando con orejeras siempre por los mismos caminos. Quien quiera ser borrego, que sea borrego, ¿pero por qué imponérselo a los demás?
Durante toda mi carrera como escritor me he topado con situaciones así:
Es que es una frase tan de abuelo, tan de «a mí la vida ya no me va a enseñar nada nuevo»...
No voy a entrar en este debate, da mucho de que hablar y es fascinante, pero no es para hoy. Solo creo que no me parece lo más correcto aferrarse a ello como a un clavo ardiendo y volver a ponernos las orejeras con ello. ¿Acaso no limita eso nuestra creatividad?
Cuando creas algo nuevo, algo nuevo para ti, tampoco te viene mal un ejercicio de reflexión objetiva para tomar una perspectiva global y decir ¿qué es lo que he creado?
Claro, esto implica deshacerse por completo (¡por completo!) de tener una página en blanco y la idea en mente de «voy a crear un género nuevo», «voy a crear una etiqueta nueva en torno a mis ideas» y derivados. Primero, porque eso no te compete a ti decidirlo. Y, segundo, porque eso no es algo que se pueda planear, sino que se debe valorar una vez el trabajo esté hecho. Sería como juntarte con tu pareja y decir «vamos a tener una niña». No, amiguitos, eso la ciencia todavía no nos lo permite. Se dice, «vamos a hacer un bebé», y será la ingrata e imparcial Naturaleza quien te diga: «fifty-fifty».
No sé si esta entrada servirá para algo, si ayudará a alguien a quitarse un poquito las orejeras, o si es solo un desahogo para un tema que me chirría desde hace mucho. En cualquier caso, sea para todos, para vosotros, o solo para mí, me ha parecido útil. ¿Qué os parece? ¿Es esta la forma correcta de abordar nuestros futuros textos?
En la presentación de Arthur Machen, el seleccionador, Rafael Llopis, dice de él que «prefería evocar el terror a pleno sol, en medio de la naturaleza exuberante».
Recordé entonces una conversación que tuve con un escritor hace varios años, en la que me decía que escribir terror ambientado en verano, a pleno sol, es imposible. Nótese que me dijo imposible, no difícil, haciendo todo el hincapié posible en su negación.
Releer esta descripción me hizo recordar esta y otras barreras autoimpuestas por algunos escritores...
...y lo que es peor, impuestas a los demás.
- Es imposible

Bien, pues tal y como Machen no estaría de acuerdo con eso de que el terror y la luz no pintan bien; creo que Verne y Wells tendrían mucho que decir (sobre todo Verne en sus últimos trabajos), con este punto... Esto es, si pudiésemos traerlos al siglo XXI y explicarles, sin que les estallase el tarro, qué es el Steampunk y qué tiene que ver con ellos. (Y espero que no se enfaden...).
Y me da una rabia impresionante esa actitud tan a lo Luke Skywalker con diecisiete, porque nos convierte en borregos caminando con orejeras siempre por los mismos caminos. Quien quiera ser borrego, que sea borrego, ¿pero por qué imponérselo a los demás?
Durante toda mi carrera como escritor me he topado con situaciones así:
- Space Opera y Steampunk, imposible, hasta que lo hicimos Eduardo Vaquerizo o yo.
- Fantasía dentro del Steampunk, imposible, hasta que llegaron Phil y Kaja Foglio, Concepción Perea, Gail Carriger y mil más
- Retrofuturismo ambientado en España, imposible porque no tenemos Historia suficiente y tan rica como la británica o la americana. ¿¡Qué!? Todavía sigo en shock con aquel que me dijo que la Historia de España no es tan rica como la americana. Por cierto, de nuevo Eduardo Vaquerizo, y pisando muy fuerte. Y Guillem López y su troupe en Retrofuturismos (Cazador de Ratas, 2017).
- Ya está todo escrito, ya está todo inventado
Es que es una frase tan de abuelo, tan de «a mí la vida ya no me va a enseñar nada nuevo»...
No voy a entrar en este debate, da mucho de que hablar y es fascinante, pero no es para hoy. Solo creo que no me parece lo más correcto aferrarse a ello como a un clavo ardiendo y volver a ponernos las orejeras con ello. ¿Acaso no limita eso nuestra creatividad?
- Esto nunca se hizo
Cuando creas algo nuevo, algo nuevo para ti, tampoco te viene mal un ejercicio de reflexión objetiva para tomar una perspectiva global y decir ¿qué es lo que he creado?
Claro, esto implica deshacerse por completo (¡por completo!) de tener una página en blanco y la idea en mente de «voy a crear un género nuevo», «voy a crear una etiqueta nueva en torno a mis ideas» y derivados. Primero, porque eso no te compete a ti decidirlo. Y, segundo, porque eso no es algo que se pueda planear, sino que se debe valorar una vez el trabajo esté hecho. Sería como juntarte con tu pareja y decir «vamos a tener una niña». No, amiguitos, eso la ciencia todavía no nos lo permite. Se dice, «vamos a hacer un bebé», y será la ingrata e imparcial Naturaleza quien te diga: «fifty-fifty».
No sé si esta entrada servirá para algo, si ayudará a alguien a quitarse un poquito las orejeras, o si es solo un desahogo para un tema que me chirría desde hace mucho. En cualquier caso, sea para todos, para vosotros, o solo para mí, me ha parecido útil. ¿Qué os parece? ¿Es esta la forma correcta de abordar nuestros futuros textos?